martes, 24 de enero de 2012

LA GRAN PIEDRA -SANTIAGO DE CUBA


En Santiago de Cuba en el 1965 por primera vez conocí lo que se siente ser discriminado.El Apartheid en  Cuba no tiene límites.
Esta foto es de la Internet
"La Gran Piedra"



Aquí estamos mi esposo y yo con los novios y un amigo de ellos, en la Gran Piedra, Santiago de Cuba "Cuna del apartheid cubano"


Acabo de leer la odisea de Yoani Sánchez y su esposo sufrida en la embarcación del Flipper hablando acerca del apartheid que existe en la Isla. Quizás Yoani no había nacido (no sé su edad, pero ese apartheid existe (comprobado por mi) desde el 1965 año en que me casé. Fuimos a Santiago de Cuba desde Camagüey en avión con un gran amigo nuestro capitán del ejército Rebelde en esa época, pero licenciado porque no quiso seguir en el ejército, el cual nos invitó a su boda, visitar a su familia, y conocer a Santiago de Cuba, donde pasamos unos días maravillosos. Llegamos a  nuestro destino, a un Hotel. Lo primero fue que no tenía agua ,y yo desesperada por usar el baño y bañarme por el calor que hacía. El aire acondicionado funcionaba pésimamente, enfriaba y se detenía  y después no arrancaba. Todo se fue acomodando cuando tuvimos que cargar el agua con cubos a la habitación. Superado ese asunto se nos ocurrió  visitar a Puerto Boniato el primer día, y después  a la Gran Piedra hasta que llegara el día de la boda que se celebraría en San Luis. De entrada el apartheid que siempre ha mantenido el régimen Castrista salió a la luz. Cuando sacamos los boletos para visitar La Gran Piedra nos montaron en camiones serranos(así les llamaban y nos dieron un buen camión de turismo, pero desgraciadamente aparecieron los turistas franceses y  rusos, y nos quitaron el camión nuestro dándoselo a ellos sin poder protestar y nos dieron otro en pésimas condiciones(dicho por el chófer).(Aquí empezó el apartheid). La travesía fue una Odisea, el camión nuestro se calentó tanto antes de llegar a un punto donde estaban  los manantiales para abastecerlos de agua, que si no es por el amigo nuestro que conocía la zona y se tiró del camión calzando las ruedas traseras con piedras, nos hubiésemos despeñado por el precipicio.(Las palmas se veían como cajitas de fósforos de tan pequeñas que lucían). El terror y la gritería colmó el espacio, el eco de angustia repercutió entre esas montañas. En esa excursión íbamos jóvenes y niños y algunos mayores. Cuando llegamos a la cima y desmontamos, no nos dejaron entrar al restaurante para tomar algún refresco, o cerveza para los hombres, porque primero tenían que atender a los extranjeros que a nosotros. ¡Esa era la orden! El menú era congrí, puerco asado, yuca y ensalada mixta, y tampoco podíamos comer hasta que no comieran los extranjeros. Fue una intolerante discriminación y el ex capitán que había luchado por esa Revolución entró al comedor y dijo que a él había que servirle, porque el había peleado en esas montañas y que le sirvieran a todos nosotros(éramos un total de doce o catorce personas) igualmente que a los extranjeros, pero el administrador de ese restaurante lo llamó y con una sucia política le informo que dentro de un rato nos servían, pero que no nos podían servir bebidas porque era para los extranjeros.Otro pleito cargado de amenazas se suscitó de inmediato. La humillación que sufrimos todos los cubanos nunca se nos ha olvidado. El paseo se convirtió en una angustia, rabia, odio, y separación de esos cubanos que no podían servirnos, porque no teníamos derecho. Por fin subimos la Gran Piedra por una escalera rústica en ese tiempo(no sé ahora y desde su mirador pudimos pareciar la magnificiencia del paisaje cubano, algo positivo sacamos de esa excursión.Creo que Yoani Sánchez creció sin saber lo que pasaba en su tierra,  porque ese apartheid no es de ahora, es desde el comienzo de la Revolución y los turistas que van a Cuba no se solidarizan con nuestro dolor. Esa es la famosa Revolución cubana, la que tantos admiran  y quieren los mismos cubanos que han tenido que emigrar a USA y que esos mismos turistas que saben la verdad divulgan lo contrario en el extranjero. El apartheid es parte del programa social y todos los turistas saben de esos abusos, (hay excepciones), ellos conocen la triste realida del pueblo cubano pero son ciegos, sordos, y mudos, pero no se solidarizan  con las causas justas. Que no espere Yoani que esos turistas nos apoyen exigiéndole al gobierno cubano igualdad para todos, ellos van a divertirse a un lugar prostituido  en todo sus órdenes, donde todo le sale barato y que el pueblo de Cuba siga en su martirio. Ellos llevan el dólar, el euro, la libra, o lo que sea... satisfaciendo sus necesidades turísticas. Pueden matar a alguien delante de ellos y de los cubanos cobardes que apoyan esas miserias y nadie les da la mano solidarizándose o protestando que se cumplan los derechos humanos. Esa es la realidad cubana, los que muchos admiran.
El artículo de Yoani Sánchez a Continuación
Yoani Sanchez
Reinaldo afirmaba que sí, insistía e insistía. Yo, sin embargo, soy de la generación que de antemano piensa que casi todo está prohibido, que me van a regañar a cada paso e impedir cualquier cosa que se me ocurra. Así que, por esta vez, la discusión matrimonial fue intensa. Él aseguraba que podríamos abordar aquel barco para mirar la bahía de Cienfuegos desde el vaivén de sus olas; a mí la vocecita interior me gritaba que tanto disfrute no podía estar al alcance de los nacionales. Por un par de horas, creí que el optimista de mi marido, al estilo de un Cándido tropical, se saldría con la suya. Fuimos hasta la oficina de la marina cercana al hotel Jagua y allí un funcionario nos vendió un par de tickets para el ansiado paseo. Nunca ocultamos nuestro atropellado acento habanero, ni siquiera intentamos hacernos pasar por extranjeros, pero nadie nos pidió una identificación. Sentíamos que ya un par de asientos a bordo del yate “Flipper” tenían nuestros nombres y el murmullo del escepticismo se iba apagando dentro de mi cabeza.
Llegamos al muelle con media hora de antelación. Los turistas de piel enrojecida comenzaron a subir a la embarcación. Rei y yo alcanzamos una esquina espectacular desde donde sacaríamos fotos de esa bahía tan grande como un mar. El sueño duró apenas cinco minutos. Cuando el capitán nos escuchó hablar preguntó si éramos cubanos. Un rato después, nos informaban que debíamos bajar a tierra “el paseo en barco está prohibido para los nacionales en todas las marinas del país”. Rabia, ira, vergüenza de portar este pasaporte azul que nos have culpables –por anticipado- ante la ley de nuestra propia nación. Sensación de estafa al comparar el discurso oficial de supuesta apertura con esta realidad de exclusión y estigma. Tuvimos ganas de hacer un escándalo y aferrarnos a la baranda para obligarlos a sacarnos por la fuerza, pero ¿hubiera servido de algo? Mi marido desempolvó su francés y le contó al grupo de europeos lo que estaba ocurriendo. Se miraron extrañados, cuchichearon entre ellos. Ninguno desembarcó –-en solidaridad con los excluidos- de aquel tour por las costas de nuestra Isla; a ninguno le resultó intolerable disfrutar de algo que a los nativos nos está vedado.
El Flipper zarpó, la estela del apartheid fue visible durante unos segundos y después se volvió a camuflar entre las oscuras aguas de la bahía. El rostro del músico Benny Moré –en una pancarta cercana- parecía haber cambiado su risa por una mueca. A un lado de su barbilla estaba escrito el famoso estribillo “Cienfuegos es la ciudad que más me gusta a mi…”. Salimos de aquel lugar. Reinaldo derrotado en su ilusión y yo triste de que mi recelo triunfara. Caminamos por la carretera de Punta Gorda mientras le dábamos forma a una idea: “si el Benny hubiera vivido en los tiempos que corren, también lo habrían bajado -–como a un perro sarnoso- de ese yate”.
Gracias Aida por enviarme este articulo haciéndome recordar mi odisea.
 

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